RECUERDO DE PLENO ENERO SOBRE LAS NOCHES EN LAS QUE NO PUEDO DORMIR.
Intermitencia de las noches de verano.
Desde el primer piso de mi departamento de la costa puedo escuchar a los bichos del patio apareándose. El ruido es obsceno y constante. A tal punto que, a los cinco minutos de cualquier otra idea, ese sonido puede ser prescindible y olvidable. Sin embargo sigue ahí, mi orquesta de todas las noches.
A la una de la mañana el ruido de los bichos se superpone con la showband de turno. Olvidé decir que mi departamento da al centro de la ciudad costera. Las voces pueriles dicen a tono: No tengo tiempo para saber si hay un amor ideal. El grito es tan sentido que parece un release de nuestro tiempo. A mi cualquiera me viene bien, como me voy a quejar. Noto por la cercanía del sonido que dejé una ventana abierta. Que aburrido debe ser, tener solo una mujer, cómo me podría casar. Es sólo una pequeña abertura, un descuido, pero por ahí pasaron bichos y se amotinaron, ocupas oportunistas de la luz. Ahora están pegados en la pared. Con otra cara podrían ser pósters bien recibidos. No conozco a nadie que no haya terminado mal.
Apago la luz. Siempre pienso que en la oscuridad las cosas desaparecen. El show termina.
Otra vez tengo un sueño recurrente, un paseo con mi padre.
Pasamos un arroyo y nos movemos por el cerro, alto y empinado, me cansa, el cielo está saturado de azules, y nos acercamos cada vez más a una casita roja que parece abandonada. La casa ahora es grande, tiene una pileta natural con agua de deshielo. Estamos de la mano en todo el trayecto, pero el camino de vuelta se vuelve inestable. El paisaje cobra un color marrón y grande; son sierras, estamos en medio de ellas. Allí los pastizales crecen rápido, me llegan a la rodilla, me desespero por el roce que me acribilla la piel. Abro la boca bien grande y grito sin ruido. Pido upa, y mi veterano padre lo hace, me sostiene y camina sobre ese sendero. Le sangran las piernas. Me alejo de los bichos, converso desde arriba con el viento (esboza algún rezo en hebreo) y así sigue alimentando a los pastizales, que crecen cada vez más.
El viento te aleja de los de tu especie.
Me despierto. Tengo en mi celular un mensaje de mi padre, que cómo estoy. Con culpa, le pregunto lo mismo.
Desayuno, tomo mate con pastafrola. Camino las cuadras necesarias hasta llegar a la playa, dejo mis cosas sin pedir que las cuiden, me desnudo, me acerco al mar.
Toco el agua, pero ese es sólo el camino, acá todo empieza. Feliz 2024.
Me tomo la libertad de escribir un sinsentido porque estamos en verano. Algunos días no tienen mucho sentido, pero aún así pueden ser bien vividos. Parecería que el único momento de la intermitencia de la naturaleza puede desarrollarse en las vacaciones. Eso, con una mochila que doble tu altura junto a un look hippie poco forzado. Te convertiste en una hada folclórica y dejaste de dañar tu pulmón con el aire acondicionado.
Formen parte de cualquier orquesta porque los grillos siempre van a seguir con su sexo al ritmo de una electrónica oscura.
PD: el audio del principio es un grillo.
Loop de pesadillas auditivas, el grillo es un eco que grita.