Primer Round:
No sé cómo empezar a contar esto. Todos conocemos varias calles de Capital Federal, lugares que se sintetizan en una imagen, social y fácilmente reconocida por la comunidad. Los hombres de Godoy Cruz, el mural con verde amarillo que está sobre GC y Serrano
…Bueno, me alegra que uds. también tengan en mente esa imagen. Porque ahí, unas cuadras después, estuve la noche de la que evidentemente me están preguntando.
No. Nunca testifiqué porque esa noche tenía otro plan, y lo cancelé para quedarme en casa. Fue por un cumpleaños, evidentemente después salí sin que muchos amigos supiesen y preferí no aparecer atada, tampoco sé si mi relato hubiese ayudado demasiado. El arrepentimiento y la culpa como motor de mi narración, pero desfasado en tiempo, así que voy a intentar describir lo menos posible a las personas. Ningún dato físico, preservar cualquier identidad, inclusive la mía. Eso igual, ya se los había avisado.
Pasó el último verano, meses y meses de calor muy muy confuso, días diabólicos y pesados. El calor era sofocante. En días así, casi no se puede pensar por el cansancio, que empieza en la cabeza y se expande a todo el cuerpo, como cualquier enfermedad, a todo el cuerpo. Piernas inmóviles y el cuerpo tirado. Tirada de porro.
Pero a la noche eso se va y está todo despejado, aparece el viento nocturno y se viene la sangre al cuerpo. Ya no queda mucho más por hacer: hay que salir. Fui a Palermo, crucé Juan B. Justo, pasé por todos los tipos de Godoy Cruz.
No, no fui sola. Hasta allá llegué con una compañera de trabajo, Cristiana. Era de las primeras veces que salíamos juntas, si no digo la primera.
Punto a favor: el saldo seguía positivo e intacto porque empezamos con amigos que trabajan como managers en un bar, tomamos un par de cosas gratis y seguimos. Prefiero no decir a dónde. Este lugar se aleja de la mala muerte de Plaza Serrano, es más bien chic y pretencioso. Dos pisos concentrados, siempre llenos de gente. Después de lo que pasó, seguí yendo. De hecho, lo sigo haciendo; es una “casa amiga”.
Cuando terminaron su turno los managers, nos fuimos. ¿Mi relación con ellos? No sé, tienen la personalidad de cualquier manager. Nunca son amigos, es cuestión de mirar historia: ni los de Freddy Mercury o Elton John, e incluso más atrás y más cerca, como la relación López Rega-Perón. Como un Paulo Londra arruinado por el tiempo.
Como Palermo es un ecosistema en sí mismo, sólo tuvimos que dar una vuelta manzana para el próximo destino. En horario nocturno la zona se parece a todos los boliches de Bariloche juntos en temporada, pero más decadente y con más libertinaje.
Segundo Round:
ESTE ES UN ESPACIO SEGURO, CUALQUIER TIPO DE DISCRIMINACIÓN ES REPUDIADA, ACERCATE A LOS ORGANIZADORES. ES UN ESPACIO CREADO PARA DISIDENCIAS, PERSONAS QUEER Y LGBT.
El funcionamiento de este lugar es el que el ecosistema necesita, tal vez sólo un poco más oscuro. Barra, DJ, baile y fiesta.
La puerta la abre una chiquita otaku que trabaja ahí, muy tímida. Además, vigilando, siempre está un hombre petiso y en alguna ocasión recuerdo haberlo visto disfrazado de pirata con una pollera cortita, espada y gorro.
La gente siempre baila y grita con las buenas canciones. La energía es rica, la libertad se traduce en pasos raros, perversión.
Bailamos y más tarde salimos al patio. Ahí afuera estaban los que rapean, pero rapean y se ríen. Participo un poco, me alejo, participo un poco, me alejo, me río. Ese mismo vaivén lo hacía una chica que estaba con ellos, que se me tiraba y cada tanto le daba agua. Esa inercia con desenfreno lento era una attitude de amor para todos y todas, de “Amor” pasado. Nadie le decía nada, salvo Cristiana, mi compañera rollinga del trabajo. Ella estaba con su novio, y la otra le hizo el baile del rivotril a él también. Le preguntó si no se daba cuenta que tenía novia. Evidentemente no. Pero eso pasó mucho más tarde.
Del rap pasamos a la pista, es pegajoso contar que puede pasar dentro de la pista de baile. Bailamos. Bailamos. Si pensé algo, no estoy ni cerca de poder repetirlo. Tal vez algún plan o promesa para mi vida.
…No, no me acuerdo de nadie en particular. Siempre hay mucha gente, la entrada es barata, el clima es contundente, todo te da ganas de bailar, y se ve que, a todos y todas, todo nos daba ganas de bailar.
Tercer Round:
El aguantadero dejó de aguantar, y nos largó a la plaza. Yo estaba con mi amiga y el novio, los seis chicos que rapeaban también y varios pares de piernas largas que miraban el celular.
Ahí, en esos momentos, aguantás porque te reís y hablás de cualquier cosa. Una de las piernas largas explicaba que vio en la tele una tribu africana que convive con dos “razas” de serpientes, y según cual los muerde, tienen que acudir a un árbol diferente para salvarse del veneno de esos bichos. Finaliza “que sabía que es la naturaleza”. Yo escuchaba sentada sobre el cemento. Los demás no le creyeron mucho, y se quejaron de los árboles de CABA, volátiles por las raíces cortadas. Como esta chica, volátil, que se le tiraba al novio que también era rollinga. Pero creo que no tenía mucha capacidad de discernir, era con cualquiera. Ahí en la plaza fue cuando Cristiana se la pudrió.
Yo también me empezaba a cansar, pero de sueño, me fui más o menos a las diez de la mañana. Cristiana volvió con el novio un rato más tarde.
Knock Out (noquear, dejar inconsciente, eliminar):
Sí, claro, en esos casos siempre vuelvo sola. Así como estoy ahora: remera, pollerita. Camino de madrugada por la 9 de Julio y me tomo el bondi. Si espero con gente que madruga o me siento más segura o más avergonzada.
((Silencio. Espera varios segundos para volver a hablar))
Con el clima de verano es todo lo mismo, y el taxi es insostenible para las que tenemos un habitué con la noche. Además cuando la envidiosa (¿así le dicen a la luna, no?) se va y hay luz es fácil, de día todo pasa a ser mediado por el transporte público, los runners, paseadores con perro.
Pero esta chica ni siquiera era una chica que tenía que volverse sola. Era uno de esos fantasmas que nadie ayudaba. Un fisura adoptado por la banda, igual de ignorado pero un poco más limpio.
La chica drogada seguía creciendo en la plaza como un árbol, y los que rapean en verdad no tienen escrúpulos a la hora de terminar con la noche porque hace rato que ya se terminó.
Si digo que los que cantaban ahora tocaban metal por lo endiablado, ofendo al género, en todo caso se acercaba un poco más a la actitud del rock de los 80 's, como los jueves y el desfile en el departamento de Charly. No sé qué pasó ahí, pero esto fue peor.
Con el calor y el sol que agobia de nuevo, aparece la sed, entraron a bares. No eran OGs, no saben rimar y menos moverse. Pasaban de bar en bar y como si fuese un encuentro sano de mediodía, tomaban birra. Hasta las cinco de la tarde. Y de la birra, al auto. Por turnos y cosas que ya saben.
No, obvio que no me la venía venir. Porque de a uno ella no puede ser considerada una persona, ¿entienden a lo que me refiero, no?, pero sí lo es cuando aparece complicidad, se transforma en un pacto.
Yo, por supuesto, vi todo muchas horas más tarde. Esa mañana, horas antes, uno de esos chicos me preguntó si quería volverlo a ver. Le dije que no.
El bar del enano y la otaku cerró por el “luto” una semana, y con mis amigos managers supimos que en esa identidad oculta por respeto a la víctima había una historia de complicidad con la noche, pero también con la luz del día.
…Sí, ví lo último que salió en las noticias.
AGRADECIMIENTO: agradezco muchísimo a lx personx que me contó esta historia. Espero que no lea esto nunca.
Los dibujos, como siempre, de mi autoría.
Emepordos.