¿Ir a la bruja o al psicólogo?
Elegir el futuro en tiempos de crisis y una conclusión sobre los sueños.
Mi intención era escribirles el primero de enero. Diría con tono chistoso primero que nada, primero de enero. Subiría una publicación ese día por la noche, la que leerían con resaca o frescos en la mañana siguiente. En el mismo tono agregaría, imitando el género de cartas los Bar Mitzvah, primero que nada, feliz bat. Lo descarté, pensé que casi nadie lo entendería. Tristemente, no pude homenajearlas y recordarles lo hermosas que están hoy.
No, no hice nada de eso.
Tal vez planear se transforma en dejarlo para más tarde, hasta que el mutismo suplanta la tardanza y el silencio divaga con sus preguntas. Suena común, pero es raro dar explicaciones cuando no se piden, e incluso suena fastidioso leer a un “artista” diciendo que no sabe lo que quiere hacer. Aunque eso es un poco más digno que escuchar a un “consagrado” diciendo que ya no tiene motivación, cuando la única motivación debe ser esa misma: hacer, decir, etc.
(etcétera: rodearse de la gente importante, ir a todos y cada uno de los eventos para conseguir nuevos amigos y dinero, sacarse buenas fotos, y en el tiempo que sobra hacer la cosa importante. Etc., etc.)
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En busca del tiempo perdido, es hora de encontrar mi identidad:
Pensé en visitar a una bruja. Tal vez podría tirarme las cartas. Sacaría algunas figuras del mazo de tarot y tendría mi predicción. Sé que sus palabras van a ser poderosas: veo en las cartas que… la carta del mago dice que… se acerca un momento que… Ella sabe describir: sos intuitiva y sensible. Y advertir: las sustancias no son buenas y mucho cuidado con las harinas. Ya no pienses tanto en el pasado y recorda votar.
Pero primero está la psicóloga. Le cuento cómo me siento, y cómo impacta cada situación sobre mi vida. Le cuento el problema, y si continúa, dejo de responder los mensajes, espero a la próxima semana para seguir obrando de a dos. Quisiera mandarle screenshots de mis conversaciones y llamarla cuando algo sale mal. Hace unas semanas le dije que consideraba insensible psicoanalizarme ese día. Me parecía un poco burdo hacerlo después de los jubilados, de Grillo, etc. Sentía demasiado congoja por el mundo que me rodea. Tranquilizamos mi consciencia, podría ir a marchar la semana siguiente junto a los universitarios. Usé los otros cuarenta minutos para hablar de mí. Entonces, le digo: volví a hacerlo, volví a verlo y volví a dormir mal, volví a pelearme con mi novio, volví a perder la motivación, a tomar cocaína y a robar… Empezamos de nuevo.
Al miércoles siguiente tampoco fui al Congreso. Y las cosas siguen pasando, como dice Ofelia.
Sentí que podía ayudarme relajar mi mente a través del cuerpo. Empecé a hacer yoga. Escucho el mantra sentada en mi mat. Replico las posturas, miro a mis compañeros, los copio y decido para mis adentros quién es el mejor. A veces consigo la paz. La maestra yogi hace su prédica, habla de cómo las posturas hacen que nuestro hígado se estire por completo. Siempre repite lo mismo. También suele hablar de la devoción: cada uno de nosotros elige a un maestro, a quién le vamos a dar toda nuestra vida y nuestras mañanas, cada práctica. Hay un aprendiz que llega antes que yo y sigue ahí después de clase. Cuando termino, me compro un café frío y voy a mi auto. Muevo los hielos del café para llevar, que chocan dentro del plástico cerrado y con mi pajita hago un agujero. Estoy en silencio mientras lo tomo y respondo algunos mensajes. Me imagino que soy Emma Chamberlain. Esto también es paz. Basic bitch.
Le escribí a la bruja para llegar a un acuerdo. A mí la modalidad virtual me viene bien, dije. Mejor si es por zoom, así no pierdo tiempo en el viaje y puedo hacer notas en mi cuaderno tamaño pocket, así puedo crear un Excel en Google Drive con plantilla determinada. Ir poniendo un tics en cuanto las cosas sucedan. Pero su intervención no fue necesaria. Primero, su servicio tenía el costo de $75.000 pesos, y me los pedía por adelantado una mujer sin foto de perfil. Además, me enganché con los horóscopos semanales de Twitter. De pronto, todo mi algoritmo era sobre eso, y leía lo que iba a ocurrirme sin importar el día de publicación. Leía mi fortuna y mis consejos de amor. Lo leía todo, sin tener mucha noción de lo que son los cardinales. Debería hacer otro Excel.
Sigan, pronto me encuentro.
Lo que yo quería eran certezas. Para resolverlo, me guardé en casa, leí y miré Youtube. Tal vez era sólo eso. Pero a pesar de esa pequeña y resignada paz, un día escuché lo que necesitaba. Y fue mientras soñaba. Desde ese primer momento, sueño del mismo modo. No sólo no me avergüenza contar cada caso, sino que espero que me dejen hacerlo, y no sientan ese fastidio al leerme, el típico fastidio de receptores impacientes al oír las vagancias de un sueño.
Para empezar, en estos sueños, nunca estoy sola. Eso es importante porque las demás personas aparecen y vienen a decir algo que no les corresponde. Es importante que comprendan esa última parte: alguien que conozco, me dirá por la noche algo que debería decir otra persona. Le otorgo a mi jefe las palabras de mi madre, a una película el ruido del viento.
Llegué a esta conclusión loca sobre mis sueños y varios días después vino a mí cabeza un texto que leí. Pero antes de esa lectura, recordé otra: una vez me enviaron un tweet que decía “lees por primera vez en Teoría y Análisis El arte como artificio de Tolstoi y tu vida cambia para siempre”. Era cierto. Nombro ese tweet para explicar lo siguiente, para ver el otro texto, para revalorizar el testimonio generalizado de la lectura. Luego de diversos análisis críticos y generales sobre el silencio, el texto en cuestión llega a la obra de Rodolfo Walsh. Observaba que el dolor por el asesinato de su hija lo revindica desplazando sus palabras. Lo hace en boca de un personaje ajeno, un peón militar grita su dolor. Grita en espejo el dolor irrefrenable que siente.
Muchas veces intenté replicar esta misma estrategia. Aspiraba poder hacerlo, aunque confuso y precario, en mi propia obra. Y más de cuatro años después vuelvo al texto porque de pronto explica lo que siento. O al menos, me da una lectura que ayuda a sobrellevarme. Entonces, no creo que mi relato de los sueños cause fastidio. En todo caso, el análisis crítico sirve para entender la vida de manera más romántica. O entenderla al fin.
Soñé una y tantas veces, mi denuncia y mi dolor. Pero esta no sale de mi boca, sino que es dicha por otros. También pueden hablar algunas personas y decir lo que deberían decir otras. En el fondo sabemos que soy yo quién invoca a todos estos personajes que se materializan durante la noche. Admito que todas las preocupaciones que pienso despierta, no están en la noche. Nadie me grita y me despierta con el miedo al fin de la humanidad, ni los jubilados o la luz de la universidad. Mis sueños son egoístas y mi terapia tiene una culpa de clase: digo convencida que no encuentro valor en hablar sobre mí cuando afuera pasa lo real.
Pero por dentro, siempre hablo de mí y otros también lo hacen para una verdadera repercusión. Si duermo enfurecida, detrás del ceño poseo demasiadas lágrimas que deben tirarse. Y ahora que estoy despierta y sé que me hirieron dejo al descubierto mi propia herida. Debería haber algún modo de calmar a la razón.
Esto es slightly different al puñal en el corazón de R.W. Probablemente lo que hago es una vulgarización de un camino entre escritores y críticos, aplico sin conocer demasiado. Pero sinceramente, es algo que pasa, la apropiación y la deformación. La vulgarización es estética y me parece positivo: una herramienta democratizada hasta ser un meme.
Ya termino. No sin antes,
Chisme, psiquis y empirismo: un par de sueños de lectura opcional.
1. En los altoparlantes de mi gimnasio, mientras todos ejercitaban, se escuchaba mi voz. Bueno, no sé si era mi voz, pero estoy segura que eso que sonaba eran mis propias palabras, algo que escribí alguna vez. Nadie las escuchaba, todos ejercitaban e ignoraban el ruido. Hasta que paró y volvió la música (que no la recuerdo) y luego, otro texto. Mi profesor me tocó y me dijo, ojo, así tenes que hacerlo, escuchaba esa voz y su cuerpo hacia sentadillas como Six Sex. Me decía: eso mismo tenes que escribir vos.
2. Mi ex de los 16 años me miraba y me dijo: siempre vamos a ser familia.
3. En el mismo comedor de siempre, mi silla estaba vacía. Y escuchaba una y otra vez las mismas historias que escuché despierta, porque cuando desperté, supe que esas historias que escuchaba dormida eran ciertas, pero quien la escuchaba no era yo, sino un fantasma que alternaba su forma y yo lo veía todo desde arriba. Nadie se percataba que esa no era yo. Y en verdad no importaba, hasta incluso hubo un toc toc en la mesa para imitar el sonido de una puerta, para contar con los mismos gestos la historia que se grabó dos veces en mi mente. El fantasma deformado asentía y reía, y volvía a escucharse toc toc y esa sombra volvía a reír. Era un diálogo circular y repetido, hasta que me decían: toc toc, y vos, ¿cuándo vas a irte?
Hablar con uno mismo es todo un esfuerzo. Me dijeron que además podría rezar, manifestar. Dijeron que debería imaginar una caja y poner todas las cosas que quiero y rezar por ella. No sé, la verdad es que yo me veo más borracha con whisky escribiendo bobadas. Eso es mejor que rezarle a la caja.
Feliz año y feliz marzo y felices meses. Porque todos los días son año nuevo…
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PD:
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Me divertí mucho ! Gran cuento