Desde el “conflicto” palestino-israelí voy al templo los viernes. Ahí separan con una tela, o un biombo, a los hombres de las mujeres. Después hay una cena normal.
Confieso haberme sorprendido al ver a 50 hombres todos frente a mí. Eventualmente todos ellos podrían ser usuarios de tinder, pero con los que tenes una familia, y muchos hijos; hijos que después se sientan y tienen en frente a usuarios de tinder para tener una familia, con muchos hijos.
Igualmente, esos pensamientos paganos son rápidamente purgados. Elimino y conecto con Dios.
Una generación que le tiene miedo al frío:
Dos mudos se miran en la calle. El bondi pasa y frente a nuestros ojos se evapora el contacto visual consentido. El líbido quedó encerrado en un gato curioso. Loop.
Llamo a ese tipo de acción deseo en potencia, una actitud ausente e incómoda de ese algo que nunca se concluye, es una interacción que también tiene ausencia. Más allá de la obsesión por mirarnos en la calle (diría que argentina), es lógico que ese podría ser como acción produzca desequilibrios (especulaciones y fantasía), y algunas lagunas en la acción.
El podría ser se origina entre el choque de la libertad con la moral, dos extremos que se conflictúan entre sí, y después asumimos el silencio. La acción entra en conflicto con esta libertad que predicamos, libertad que más allá del derecho ganado, se extiende en la música, en la ropa, en cualquier tipo de consumo posible. Ocupa todos los márgenes y la fuerza del parental advisory explicit content es nula: lo explícito existe y se reproduce en nuestras bocas con normalidad. De esta manera, la libertad se efectúa en el lenguaje (que no es acción); lo que quiere decir que también las conclusiones del goce se producen en la música, en el baile, en las anécdotas de otros.
Y para despreciar la experiencia aún más, cuando sucede, la repito incansablemente, y la apreto y la asfixio mandando mis audios y escuchando la reacción ajena. El hecho de contar supone nuestra conformación de sujetos en tanto verdad (me pasa, mando audio para que sea cierto).
La comunicación virtual tampoco ayuda. La comunicación instrumental/virtual nos permite relacionarnos y consumir el deseo con “cuando quieras vamos a tomar algo”. Corroborado por corazones mutuos, una comunicación instrumental, que permite pasar del deseo en potencia de dedos y corazones, a un encuentro con el cuerpo. No le quito su lado positivo, pero a toda costa evitamos ser este:
Más allá del personaje existente en cualquier línea temporal, el banana anacrónico, me parece que hay una disposición frente al silencio en la vida real. Y preferimos el silencio antes que la palabra mal dicha, que la palabra rechazada; el visto nos perturba pero no es tangible y por eso nos manejamos en esos términos. De esta manera nos consagramos mediante el deseo virtual, pero sólo deseo en potencia.
Para conseguirlo, nos tenemos que representar. Con mayor o menor importancia y búsqueda (en algunos casos hastacon proyección laboral), creamos una imagen a semejanza. Soy representada por un conjunto de imágenes, que tienen nombre y usuario, práctica que se va normalizando (la de desplegarse y mirarse). Esto por un lado, nos lleva a buscar usuarios que eventualmente tengan una búsqueda parecida de nuestra imagen, y por ende, de la conformación de su identidad.
Y como si no fuera poco intimidante tener que responder a la propia conformación de nosotros mismos, tenemos que asumir que existe dentro de la manera de relacionarnos una relación de poderes. Sin embargo, hay una diferencia entre algún poder taxativo/real de una situación en particular (como rangos en el trabajo), que el desplazamiento de relaciones históricas de poder, y en particular, de género.
Reproducir relaciones de género y asumir la comunicación virtual como cuerpo en pose y que el deseo en potencia sea una verdad compartida (entre yo y muchos usuarios) nos dispone a la inacción o a un hielo con fisuras que nunca termina de romperse.
La comunicación ausente o virtual no quita el deseo ni la ilusión, pero la imagen fija se traduce en la pose brillante, llana, con ropa planchada y una canción de fondo. No podemos olvidarnos que el acto es del cuerpo, y allí se produce el desequilibrio que puede incluir el silencio - la incomodidad. Se deja ver en la incomodidad, en el repliegue a nosotros mismos, que estamos acostumbrados a la comunicación virtual, nuestra herramienta de conocimiento y carta de presentación.
Nos ahorra tiempo, pero hay una acción en potencia que está latente todo el tiempo.
¿Tengo que hablar todo el día?
Rescate de los viejos tiempos: existe la decencia y el pudor en el silencio.
La comunicación ausente adquiere su signo positivo en espacios donde el silencio (de uno mismo como actor) se complementa con el cuerpo. A decir verdad, la libertad del cuerpo y la masa tiene lugares específicos, donde nos podemos despegar de nosotros.
Eso es comunicación ausente: puede ser la fiesta tecno, en un estadio cantando lo mismo y en la Bresh repitiendo la canción (que nos gusta). Es en definitiva, concurrir a lugares donde no haya que decir y aún así formemos parte de una experiencia. Escuchar a otro me permite sentirme parte como espectador sin la necesidad concreta de interacción y sentirme mal por ello. Se vuelve positiva la experiencia, y como un espectador activo, lo que se está viviendo produce un efecto en mí.
El problema sucede cuando dentro del pacto de la comunicación ausente me abstraigo y me repliego en mí misma, en esa acción de la comunicación virtual, donde puedo verme todo el tiempo. Es ahí mismo que me pienso en la pose y no en la experiencia, lo que me permite formar parte físicamente del espacio y aún así todo se convierte en un deseo en potencia.
Por más que no haya que decir, el lugar de la liberación se vuelve pose si estamos atentos a nosotros mismos. Es una pesadilla porque se invierte el signo de la libertad persé de nuestra generación y la liberación es sólo lo que se aparenta.
Obviamente también existe la comunicación comunicativa, y personas con las que la practicamos libremente. Pero asimismo son formas de relacionarse que conviven en nosotros.
No hay un ABC para romper silencios (o para eso está luzu tv), sino que somos (y siempre vamos a serlo de algún modo) víctimas de lo que nos media. Por lo tanto, sólo queda ser consciente de ello y asumir los silencios con risa, y que la frustración de la misma manera se afronte de manera tranquila porque el mundo puede sentirse muy frío.
Quien combine la comunicación instrumental -acción virtual y esquemática- y la comunicación comunicativa puede ser un superhombre o un banana anacrónico.
Teniendo en cuenta todas estas situaciones, no reniego sobre el encuentro genuino con herramientas propias de la generación, pero podría aliviarnos saber que el motor de muchas relaciones tiene su inicio virtual, y por ende el encuentro corpóreo (genuino o post-virtualidad) puede tener momentos extraños.
En la interacción tensa y extraña /plagada de silencios/ probablemente sí haya cosas que decir.
Gracias a Jero por hablar de estas penumbras sociales conmigo.
mx2.